GASTRONOMÍA

Talleres de artesanía

GASTRONOMÍA TÍPICA
DE MACAEL

El elemento que mejor expresa la relación de la gastronomía con la cantería del mármol de Macael es, sin duda, el cesto que enviaban diariamente las mujeres a la cantera con la comida de sus maridos e hijos

Los recuerdos de la infancia en Macael traen el “olor a gloria” de las casas a primera hora, y la ilusión esperando el cesto de vuelta, en el que el padre siempre les dejaba algún resto que ellos comían.

La elaboración del cesto era todo un ritual. Las mujeres se levantaban muy temprano para hacer la comida con el objetivo de que les llegara “casi” caliente y en su preparación volcaban todo su cariño y empeño.

Una olla de barro o porcelana contenía el plato principal, complementado con un trozo de pan, embutidos de los que se preparaban en la matanza, habas en la época y una fruta del tiempo. En algunos cestos, tampoco faltaba la botellita de vino.

Lo normal era guardar la mejor comida para enviársela en los cestos al cantero, ya que realizaba durante todo el día un gran esfuerzo físico.

La variedad de comidas que se enviaban a las canteras estaba limitada por los productos de temporada y el clima de cada época del año.

Las migas, que se consumían en cualquier época del año, en los malos tiempos se hacían con panizo. En invierno abundaban los pucheros de trigo, de garbanzos o de hinojos. Algún guiso como el arroz caldoso de puchero o el arroz con habichuelas. En verano la tortilla de patatas, la “fritá” de conejo, cerdo o pollo, las patatas “apañás”, con su vino y su azafrán, carne al ajillo, bien de choto, cordero, conejo o pollo.

Las comidas que eran difíciles de transportar en burro a la cantera se consumían por la noche en la cena, las sopas en invierno y el gazpacho en verano.

Luego estaban las celebraciones en las que se juntaba toda la familia, como San Marcos que, aunque se trabajaba, su celebración tenía lugar a partir del almuerzo prolongándose toda la tarde, lo que llaman en conjunto “merienda”, o la celebración de la Navidad, en la que destacaba la repostería con los suspiros de almendra, las tortas de manteca y las de chicharrones.

Eran típicas la tortilla de patatas, la fritá, las habas, la bota de vino y, sobre todo, el hornazo. Un bollo de pan hecho con aceite con sabor a anís y un huevo con su cáscara que se metía en la masa para que se cociera junto a ella en el horno.

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